TRASTORNOS DE ANSIEDAD

Los trastornos de ansiedad afectan a aproximadamente 40 millones de adultos estadounidenses de 18 años de edad o más (aproximadamente el 18%) cada año, llenando a personas de miedo e incertidumbre. A diferencia de la ansiedad relativamente leve y transitoria causada por un evento estresante (tal como hablar en público o una primera cita amorosa), los trastornos de ansiedad duran por lo menos seis meses y pueden empeorar si no se los trata.
Los trastornos de ansiedad ocurren comúnmente junto con otras enfermedades mentales o físicas, incluyendo abuso del consumo de alcohol o sustancias, lo cual puede enmascarar los síntomas de la ansiedad o empeorarlos. En algunos casos, estas otras enfermedades necesitan ser tratadas antes de que una persona pueda responder a un tratamiento para el trastorno de ansiedad.
Existen terapias eficaces para los trastornos de ansiedad, y investigaciones están descubriendo nuevos tratamientos que pueden ayudar a la mayoría de las personas que padecen de trastornos de ansiedad a vivir vidas productivas y plenas. Si usted cree que padece de un trastorno de ansiedad, debe buscar información y tratamiento inmediatamente.
Cada trastorno de ansiedad tiene diferentes síntomas, pero todos los síntomas se agrupan alrededor de un temor o pavor irracional y excesivo.
“Para mí, un ataque de pánico es una experiencia casi violenta. Me siento desconectado de la realidad. Siento como si estuviese perdiendo el control de una manera extrema. Mi corazón late fuertemente, siento que me falta el aire, y hay una sensación abrumadora de que las cosas me están aplastando”.
“Comenzó hace diez años, cuando acababa de graduarme de la universidad y comencé un nuevo trabajo. Estaba sentado en un seminario de negocios en un hotel y esta cosa surgió de la nada. Sentía como si me fuese a morir”.
“Entre un ataque y otro, se presenta este temor y ansiedad de que el ataque se volverá a repetir. Tengo miedo de volver a sitios en los que he padecido un ataque. A menos de que obtenga ayuda pronto, no habrá un solo sitio al que pueda ir y sentirme a salvo del pánico”.

El trastorno de pánico es una enfermedad real que se puede tratar satisfactoriamente. Se caracteriza por ataques repentinos de terror, usualmente acompañados por latidos fuertes del corazón, transpiración, debilidad, mareos, o desfallecimiento. Durante estos ataques, las personas con trastorno de pánico pueden acalorarse o sentir frío, sentir un hormigueo en las manos o sentirlas adormecidas; y experimentar náuseas, dolor en el pecho, o sensaciones asfixiantes. Los ataques de pánico usualmente producen una sensación de irrealidad, miedo a una fatalidad inminente, o miedo de perder el control. El miedo a los inexplicables síntomas físicos de uno mismo, es también un síntoma del trastorno de pánico. A veces, las personas que sufren ataques de pánico creen que están sufriendo un ataque cardiaco, que están enloqueciendo, o que están al borde de la muerte. No pueden predecir cuándo o dónde ocurrirá un ataque, y entre los episodios, muchas personas se preocupan intensamente y se aterrorizan de pensar en el próximo ataque.
Los ataques de pánico pueden ocurrir en cualquier momento, incluso al dormir. Usualmente, un ataque alcanza su máxima intensidad durante los primeros diez minutos, pero algunos síntomas pueden durar mucho más tiempo.
El trastorno de pánico afecta a aproximadamente 6 millones de adultos estadounidenses y es dos veces más común en mujeres que en hombres. Los ataques de pánico usualmente comienzan a finales de la adolescencia o al comienzo de la edad adulta, pero no todos los que padecen de ataques de pánico desarrollarán el trastorno de pánico. Muchas personas sólo tienen un ataque y nunca vuelven a tener otro. La tendencia a desarrollar ataques de
pánico parece ser hereditaria. Las personas que presentan ataques de pánico repetidos y en su máxima expresión, pueden llegar a quedar muy discapacitadas por esta enfermedad, y deben buscar tratamiento antes de que comiencen a evitar lugares o situaciones en las cuales han padecido ataques de pánico. Por ejemplo, si un ataque de pánico ocurrió en un ascensor, alguien que sufre de trastorno de pánico puede desarrollar miedo a los ascensores, lo cual puede afectar sus decisiones laborales o de vivienda y limitar los lugares dónde dicha persona puede buscar asistencia médica o diversión.
Las vidas de algunas personas se restringen tanto que terminan evitando actividades normales, tales como ir de compras o conducir un automóvil. Aproximadamente un tercio de estas personas se limitan a vivir en sus casas o sólo pueden enfrentar una situación temida si están acompañadas por su cónyuge o una persona de confianza. Cuando la enfermedad llega hasta este punto, se llama agorafobia o miedo a los espacios abiertos.
Un tratamiento temprano puede prevenir la agorafobia, pero las personas que padecen del trastorno de pánico pueden en ocasiones ir de un médico a otro durante años, e ir a la sala de emergencias repetidamente, antes de que alguien pueda diagnosticar correctamente su enfermedad. Esto es desafortunado, ya que el trastorno de pánico es uno de los trastornos de ansiedad más tratables, ya que en la mayoría de casos responde a la medicación y a ciertos tipos de psicoterapia cognitiva, lo cual ayuda a cambiar los patrones de pensamiento que conducen al miedo y la ansiedad.
Con frecuencia, el trastorno de pánico viene acompañado de otros problemas graves, tales como depresión, abuso de drogas, o alcoholismo. Estas enfermedades necesitan ser tratadas por separado. Los síntomas de depresión incluyen sensación de tristeza o desesperanza, cambios en el apetito o los patrones de sueño, falta de energía, y dificultad para concentrarse. La mayoría de personas que padecen de depresión pueden tratarla efectivamente con
medicamentos antidepresivos, ciertos tipos de psicoterapia, o una combinación de ambos.
Tratamiento para los trastornos de ansiedad.
En general, los trastornos de ansiedad se tratan con medicación y tipos específicos de psicoterapia. Los tratamientos a escoger dependen del problema y de la preferencia de la persona. Antes de comenzar un tratamiento, un médico debe realizar una evaluación diagnóstica cuidadosamente para
determinar si los síntomas de una persona son causados por un trastorno de ansiedad o por un problema físico. Si se diagnostica un trastorno de ansiedad, el tipo de trastorno o la combinación de trastornos presentes deben identificarse, al igual que cualquier enfermedad coexistente, tales como depresión o abuso de sustancias. En ocasiones, el alcoholismo, la depresión, u otras enfermedades coexistentes tienen un efecto tan fuerte sobre el
individuo, que el tratamiento del trastorno de ansiedad debe esperar hasta que las enfermedades coexistentes queden bajo control. Existen distintas técnicas psicológicas para retomar el control sobre la ansiedad, relajación, respiración, neurofeedback, biofeedback, visualización, etc.
También es importante tener en cuenta las creencias individuales, construcciones que se arrastran desde los primeros años de vida y generalmente tienen bases en creencias ajenas, de los padres, educadores, etc. Estas creencias en muchos casos son incuestionables y forman parte del núcleo de nuestra personalidad, limitan nuestras acciones y estimulan desproporcionadamente nuestras emociones.
Lic. Marcelo Bivort
Psicólogo Clínico MN44762
Especialista en Terapia Cognitivo Conductual
Trastornos de Ansiedad
Alto Rendimiento deportivo y profesional
Terapia de Pareja

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