LOS RECUERDOS DESDE LA NEUROCIENCIAS
En un estudio, las personas 'recordaron' con detalles incidentes falsos de su infancia (Getty Images).
Lo más importante
- Loftus es más conocida por su trabajo sobre la distorsión de la memoria y la implantación de recuerdos falsos
- Sus investigaciones podrían usarse para inducir comportamientos más saludables
- Loftus dice que las personas atesoran sus recuerdos, aunque no sean agradables
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Se trata de decirle a las personas que su mente puede estar llena de más ficciones de lo que creen | ||
Elizabeth Loftus, psicóloga |
(CNN) — Tal vez te sientes muy apegado a tus recuerdos… después de todo, son tuyos. Definen quién eres y de dónde vienes, tus logros y tus fracasos, tus gustos y aversiones.
Tus recuerdos ayudan a distinguir a los amigos de los enemigos. Te advierten que no debes comer demasiado helado o beber tequila barato porque te recuerdan lo mal que te sentiste la última vez que lo hiciste.
¿O no?
Una conversación con Elizabeth Loftus podría tambalear tu confianza en todo lo que crees recordar. Loftus es una psicóloga cognitiva y experta en la maleabilidad de la memoria humana. Puede, literalmente, cambiar tu mente.
Su trabajo nos recuerda películas como Amnesia (Memento) y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Eternal Sunshine of the Spotless Mind), en donde lo que los protagonistas creían que había pasado en su vida, estaba muy lejos de la realidad.
“(Loftus) es más conocida por su importante trabajo sobre la distorsión de la memoria y los recuerdos falsos (...) Ha hecho que la gente del sistema legal esté consciente de que la memoria no funciona como una grabadora”, dice Daniel Schacter, profesor de Psicología en la Universidad de Harvard, quien conoció a Loftus en 1979 y la describe como activa, inteligente y apasionada.
De hecho, las investigaciones de Loftus demuestran que tu memoria funciona más como una página de Wikipedia: es una transcripción de la historia, creada por las percepciones y asunciones de varias personas y que está en cambio constante.
Testimonios presenciales
Uno de los primeros experimentos de Loftus, publicado en 1974, involucraba accidentes de tránsito. En el laboratorio proyectaba videos de diferentes incidentes y le preguntaba a la gente qué recordaban haber visto. Las respuestas de las personas dependían enormemente de cómo formulara su pregunta.
Por ejemplo: si preguntaba ¿qué tan rápido iban los autos cuando se “estrellaron” uno contra otro? la gente calculaba, en promedio, que los autos iban 10 kilómetros por hora más rápido que cuando sustituía la palabra “estrellar” por “chocar”.
Una semana después de haber visto el video, aquellas personas a las que se les había hecho la pregunta con la palabra “estrellar” recordaban haber visto vidrios rotos, aunque en la cinta no había ninguno.
Incluso una palabra aparentemente menos importante en la oración puede hacer la diferencia en el relato de un testigo, según descubrió Loftus. En un estudio posterior, preguntó a las personas si habían visto “un faro roto” o “el faro roto”. Era más probable que a quienes se les preguntó sobre “el” faro roto recordaran haberlo visto, aunque nunca existió.
El mayor error entre los oficiales de policía es hablar demasiado, según Loftus. “No le dan tiempo de hablar al testigo. A veces comunican información a los testigos, aún inadvertidamente, y les pueden transmitir su teoría de lo ocurrido o su teoría de quién lo hizo”.
Esto es particularmente preocupante cuando los testigos están identificando a un perpetrador en un careo. En uno de los estudios de Loftus se descubrió que hasta el reconocimiento facial puede ser “contagioso”: cuando un testigo escucha que otro testigo u oficial de policía describe un rasgo facial erróneo, es más probable que describan que el criminal tiene ese rasgo.
No toda la culpa es de los policías. “La desinformación está allá afuera en el mundo real, en todas partes (...) Los testigos hablan entre sí… encienden el televisor o leen el diario si es un evento con mucha publicidad. Ven los relatos de otros testigos. Todas esas situaciones presentan oportunidades de adquirir nueva información que complemente, distorsione o contamine sus recuerdos”.
Loftus ha testificado y asesorado en cientos de juicios a lo largo de las últimas décadas, usualmente en la parte de la defensa. Muchos eran casos de alto perfil, entre ellos el del Estrangulador de Hillside, Michael Jackson, Martha Stewart, Oliver North y Phil Spector.
No le molesta defender a personas a la que otros a veces consideran criminales despiadados.
“Las pruebas de ADN… han revelado que hay cientos y cientos de personas que han sido condenadas por delitos y que son absolutamente inocentes”, dice, y señala que a veces se les condena por la declaración poco confiable de un testigo.
Fabricar recuerdos
Quizá el trabajo más poderoso —y controversial— de Loftus tuvo lugar en la década de 1990, cuando empezó a fabricar recuerdos falsos.
Loftus reclutó a 24 estudiantes y a sus familiares cercanos para su estudio, The Formation of False Memories (La formación de recuerdos falsos), realizado en 1995. Pidió a cada miembro de la familia que proporcionara tres recuerdos reales de la infancia de un estudiante y luego envió un paquete a los estudiantes que incluía un cuaderno con las tres memorias, más una falsa.
El recuerdo falso consistía en haberse perdido en un viaje de compras y contenía detalles reales, como el nombre de una tienda en la que compraban con frecuencia y los hermanos que probablemente los acompañaban.
A los estudiantes se les dijo que los cuatro recuerdos eran reales y que su familiar los había proporcionado. Después de que los estudiantes recibían las memorias, indicaban si recordaban cada evento y si estaban seguros de que les había ocurrido. En las entrevistas de seguimiento, los investigadores les pidieron que recordaran detalles de los eventos.
Siete de los 24 estudiantes “recordaron” el evento falso. Varios recordaron el hecho y agregaron sus propios detalles al recuerdo.
“Fue bastante emocionante ver que esos individuos normales y sanos absorbieron las insinuaciones que les hicimos en nuestras entrevistas y recibieron la información falsa que les dimos”, dice Loftus.
Loftus continuó con sus experimentos y convenció a los participantes de que habían roto una ventana con su mano, que habían atestiguado un arresto por drogas, que se habían atragantado con un objeto antes de los tres años de edad y que habían experimentado otros eventos traumáticos.
Hábitos poco saludables
Loftus pronto empezó a preguntarse si podía influir en otros comportamientos. ¿Qué pasaría si pudiera convencer a las personas de que habían tenido una experiencia negativa con la comida poco saludable cuando eran niños? ¿Comerían menos de esos alimentos en su adultez?
Usando su receta de implantación de recuerdos cuidadosamente ajustada, guió a los participantes del estudio a creer que se habían enfermado al comer helado de fresa cuando eran niños.
Una semana más tarde, los investigadores preguntaron acerca del incidente del helado. Muchos participantes habían desarrollado un recuerdo detallado —lo que Loftus llama “recuerdo detallado falso”— de cuando habían enfermado. En estudios posteriores se demostró que este recuerdo había afectado el comportamiento alimentario del participante.
A Loftus le pareció evidente que esto tenía el potencial para combatir la obesidad. Los terapeutas no podían mentirles a sus pacientes, pero los padres podían convencer a los hijos de que no les gustaba el helado u otros alimentos que engordan. Los críticos la acusaron furiosamente de incitar a que se les mintiera a los niños.
“¿Qué preferirías tener?”, respondió Loftus. “¿Un niño con obesidad, problemas de corazón, una esperanza de vida reducida, diabetes… o tal vez un trocito de un recuerdo falso?”.
Pasos cautelosos
En 2006, Loftus asistió a una conferencia impartida por el experto legal, Adam Kolber, acerca de las implicaciones éticas y legales de los fármacos que atenúan la memoria. De acuerdo con Kolber, los neurocientíficos han logrado grandes avances en la creación de medicamentos que las víctimas de eventos traumáticos podrían tomar para amortiguar la intensidad de sus recuerdos.
Loftus preguntó a las personas si estarían dispuestas a tomar el fármaco si hubieran sido víctimas de un crimen cruel. El 80 % dijo que no. Bueno, tal vez querrían poder testificar contra el perpetrador, pensó. Así que volvió a formular la pregunta: esta vez preguntó si tomarían el fármaco después de haber visto a su compañero del ejército volar en pedazos a causa de un artefacto explosivo improvisado mientras se encontraban en el extranjero. El 80 % se rehusó.
“Pensé que tal vez tenía que explicarles lo malo que es el trastorno por estrés postraumático”, recuerda. Así que lo hizo. “Seguían sin querer tomar el fármaco”.
Los resultados mostraron a Loftus lo mucho que la gente aprecia sus recuerdos.
“Aunque sea un recuerdo dañino, no quieren dejarlo ir”, dice. “(Por esto) a veces encuentro tanta resistencia al trabajo que hago. Porque se trata de decirle a las personas que su mente puede estar llena de más ficciones de lo que creen. A la gente le desagrada eso”.
Pero no necesitas que un investigador de psicología distorsione tu memoria en un laboratorio, dice Loftus. La gente distorsiona sus recuerdos todo el tiempo: recuerdan haber obtenido mejores calificaciones, haber votado en más elecciones, que sus hijos caminaron o hablaron antes de lo que lo hicieron en realidad. Loftus llama a esto “recuerdos que mejoran el prestigio”.
Todos queremos recordarnos un poco mejor de lo que realmente somos, dice Loftus, y eso no es necesariamente malo. Los científicos lo llaman “realismo depresivo” y dicen que las personas que están deprimidas tal vez recuerden las cosas con mayor precisión que el resto de nosotros.
“Un poco de distorsión de memoria podría ser bueno para las personas”, dice Loftus.
Tus recuerdos ayudan a distinguir a los amigos de los enemigos. Te advierten que no debes comer demasiado helado o beber tequila barato porque te recuerdan lo mal que te sentiste la última vez que lo hiciste.
¿O no?
Una conversación con Elizabeth Loftus podría tambalear tu confianza en todo lo que crees recordar. Loftus es una psicóloga cognitiva y experta en la maleabilidad de la memoria humana. Puede, literalmente, cambiar tu mente.
Su trabajo nos recuerda películas como Amnesia (Memento) y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Eternal Sunshine of the Spotless Mind), en donde lo que los protagonistas creían que había pasado en su vida, estaba muy lejos de la realidad.
“(Loftus) es más conocida por su importante trabajo sobre la distorsión de la memoria y los recuerdos falsos (...) Ha hecho que la gente del sistema legal esté consciente de que la memoria no funciona como una grabadora”, dice Daniel Schacter, profesor de Psicología en la Universidad de Harvard, quien conoció a Loftus en 1979 y la describe como activa, inteligente y apasionada.
De hecho, las investigaciones de Loftus demuestran que tu memoria funciona más como una página de Wikipedia: es una transcripción de la historia, creada por las percepciones y asunciones de varias personas y que está en cambio constante.
Testimonios presenciales
Uno de los primeros experimentos de Loftus, publicado en 1974, involucraba accidentes de tránsito. En el laboratorio proyectaba videos de diferentes incidentes y le preguntaba a la gente qué recordaban haber visto. Las respuestas de las personas dependían enormemente de cómo formulara su pregunta.
Por ejemplo: si preguntaba ¿qué tan rápido iban los autos cuando se “estrellaron” uno contra otro? la gente calculaba, en promedio, que los autos iban 10 kilómetros por hora más rápido que cuando sustituía la palabra “estrellar” por “chocar”.
Una semana después de haber visto el video, aquellas personas a las que se les había hecho la pregunta con la palabra “estrellar” recordaban haber visto vidrios rotos, aunque en la cinta no había ninguno.
Incluso una palabra aparentemente menos importante en la oración puede hacer la diferencia en el relato de un testigo, según descubrió Loftus. En un estudio posterior, preguntó a las personas si habían visto “un faro roto” o “el faro roto”. Era más probable que a quienes se les preguntó sobre “el” faro roto recordaran haberlo visto, aunque nunca existió.
El mayor error entre los oficiales de policía es hablar demasiado, según Loftus. “No le dan tiempo de hablar al testigo. A veces comunican información a los testigos, aún inadvertidamente, y les pueden transmitir su teoría de lo ocurrido o su teoría de quién lo hizo”.
Esto es particularmente preocupante cuando los testigos están identificando a un perpetrador en un careo. En uno de los estudios de Loftus se descubrió que hasta el reconocimiento facial puede ser “contagioso”: cuando un testigo escucha que otro testigo u oficial de policía describe un rasgo facial erróneo, es más probable que describan que el criminal tiene ese rasgo.
No toda la culpa es de los policías. “La desinformación está allá afuera en el mundo real, en todas partes (...) Los testigos hablan entre sí… encienden el televisor o leen el diario si es un evento con mucha publicidad. Ven los relatos de otros testigos. Todas esas situaciones presentan oportunidades de adquirir nueva información que complemente, distorsione o contamine sus recuerdos”.
Loftus ha testificado y asesorado en cientos de juicios a lo largo de las últimas décadas, usualmente en la parte de la defensa. Muchos eran casos de alto perfil, entre ellos el del Estrangulador de Hillside, Michael Jackson, Martha Stewart, Oliver North y Phil Spector.
No le molesta defender a personas a la que otros a veces consideran criminales despiadados.
“Las pruebas de ADN… han revelado que hay cientos y cientos de personas que han sido condenadas por delitos y que son absolutamente inocentes”, dice, y señala que a veces se les condena por la declaración poco confiable de un testigo.
Fabricar recuerdos
Quizá el trabajo más poderoso —y controversial— de Loftus tuvo lugar en la década de 1990, cuando empezó a fabricar recuerdos falsos.
Loftus reclutó a 24 estudiantes y a sus familiares cercanos para su estudio, The Formation of False Memories (La formación de recuerdos falsos), realizado en 1995. Pidió a cada miembro de la familia que proporcionara tres recuerdos reales de la infancia de un estudiante y luego envió un paquete a los estudiantes que incluía un cuaderno con las tres memorias, más una falsa.
El recuerdo falso consistía en haberse perdido en un viaje de compras y contenía detalles reales, como el nombre de una tienda en la que compraban con frecuencia y los hermanos que probablemente los acompañaban.
A los estudiantes se les dijo que los cuatro recuerdos eran reales y que su familiar los había proporcionado. Después de que los estudiantes recibían las memorias, indicaban si recordaban cada evento y si estaban seguros de que les había ocurrido. En las entrevistas de seguimiento, los investigadores les pidieron que recordaran detalles de los eventos.
Siete de los 24 estudiantes “recordaron” el evento falso. Varios recordaron el hecho y agregaron sus propios detalles al recuerdo.
“Fue bastante emocionante ver que esos individuos normales y sanos absorbieron las insinuaciones que les hicimos en nuestras entrevistas y recibieron la información falsa que les dimos”, dice Loftus.
Loftus continuó con sus experimentos y convenció a los participantes de que habían roto una ventana con su mano, que habían atestiguado un arresto por drogas, que se habían atragantado con un objeto antes de los tres años de edad y que habían experimentado otros eventos traumáticos.
Hábitos poco saludables
Loftus pronto empezó a preguntarse si podía influir en otros comportamientos. ¿Qué pasaría si pudiera convencer a las personas de que habían tenido una experiencia negativa con la comida poco saludable cuando eran niños? ¿Comerían menos de esos alimentos en su adultez?
Usando su receta de implantación de recuerdos cuidadosamente ajustada, guió a los participantes del estudio a creer que se habían enfermado al comer helado de fresa cuando eran niños.
Una semana más tarde, los investigadores preguntaron acerca del incidente del helado. Muchos participantes habían desarrollado un recuerdo detallado —lo que Loftus llama “recuerdo detallado falso”— de cuando habían enfermado. En estudios posteriores se demostró que este recuerdo había afectado el comportamiento alimentario del participante.
A Loftus le pareció evidente que esto tenía el potencial para combatir la obesidad. Los terapeutas no podían mentirles a sus pacientes, pero los padres podían convencer a los hijos de que no les gustaba el helado u otros alimentos que engordan. Los críticos la acusaron furiosamente de incitar a que se les mintiera a los niños.
“¿Qué preferirías tener?”, respondió Loftus. “¿Un niño con obesidad, problemas de corazón, una esperanza de vida reducida, diabetes… o tal vez un trocito de un recuerdo falso?”.
Pasos cautelosos
En 2006, Loftus asistió a una conferencia impartida por el experto legal, Adam Kolber, acerca de las implicaciones éticas y legales de los fármacos que atenúan la memoria. De acuerdo con Kolber, los neurocientíficos han logrado grandes avances en la creación de medicamentos que las víctimas de eventos traumáticos podrían tomar para amortiguar la intensidad de sus recuerdos.
Loftus preguntó a las personas si estarían dispuestas a tomar el fármaco si hubieran sido víctimas de un crimen cruel. El 80 % dijo que no. Bueno, tal vez querrían poder testificar contra el perpetrador, pensó. Así que volvió a formular la pregunta: esta vez preguntó si tomarían el fármaco después de haber visto a su compañero del ejército volar en pedazos a causa de un artefacto explosivo improvisado mientras se encontraban en el extranjero. El 80 % se rehusó.
“Pensé que tal vez tenía que explicarles lo malo que es el trastorno por estrés postraumático”, recuerda. Así que lo hizo. “Seguían sin querer tomar el fármaco”.
Los resultados mostraron a Loftus lo mucho que la gente aprecia sus recuerdos.
“Aunque sea un recuerdo dañino, no quieren dejarlo ir”, dice. “(Por esto) a veces encuentro tanta resistencia al trabajo que hago. Porque se trata de decirle a las personas que su mente puede estar llena de más ficciones de lo que creen. A la gente le desagrada eso”.
Pero no necesitas que un investigador de psicología distorsione tu memoria en un laboratorio, dice Loftus. La gente distorsiona sus recuerdos todo el tiempo: recuerdan haber obtenido mejores calificaciones, haber votado en más elecciones, que sus hijos caminaron o hablaron antes de lo que lo hicieron en realidad. Loftus llama a esto “recuerdos que mejoran el prestigio”.
Todos queremos recordarnos un poco mejor de lo que realmente somos, dice Loftus, y eso no es necesariamente malo. Los científicos lo llaman “realismo depresivo” y dicen que las personas que están deprimidas tal vez recuerden las cosas con mayor precisión que el resto de nosotros.
“Un poco de distorsión de memoria podría ser bueno para las personas”, dice Loftus.
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