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La obesidad infantil se ha multiplicado por 10 en los últimos 40 años: el mundo ha pasado de cinco millones de niñas obesas a unos 50, y de seis millones de niños a 74. Aunque el preocupante aumento se ha dado en todo el mundo, el sudeste asiático es la región más afectada.
La OMS advierte de que la obesidad infantil es un problema alarmante porque sus consecuencias se hacen notar durante el resto de la vida: los niños que padecen sobre peso u obesidad tienen un mayor riesgo de seguir padeciéndolas cuando crezcan, así como muchas de sus complicaciones, como diabetes, hipertensión o problemas cardíacos.
En un mundo en el que estas enfermedades no transmitibles ya alcanzan la categoría de epidemia, que las siguientes generaciones hayan incorporado estos riesgos a su vida desde tan temprano hace prever que la situación, lejos de mejorar, no hace más que empeorar.

Las causas de la obesidad infantil

En un problema tan complejo, las causas no son únicas ni fáciles de distinguir, pero hay varios factores que contribuyen.

Por un lado, la falta de educación en nutrición. Muchos niños crecen en ambientes en los que no se sabe o no se puede configurar una alimentación completa y saludable, y en muchos sistemas educativos estos conocimientos no están incluidos. Por tanto, carecen de la información necesaria para guiar sus decisiones alimenticias por los criterios correctos.
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Por otro lado, el acceso a alimentos poco saludables, con exceso de azúcares, grasas y sal y con poco o ningún valor nutricional es tan sencillo y barato que se convierten en la principal opción para muchos niños: bollos, helados, postres procesados, bebidas azucaradas...
Para terminar, un cambio en los patrones de vida han hecho a los niños de hoy más sedentarios que a las generaciones anteriores: la vida en las ciudades y el ocio con dispositivos electrónicos les hace pasar menos tiempo en la calle y más tiempo en casa, lo que reduce su actividad física y con ello la cantidad de calorías que queman.

Sus consecuencias de por vida

Padecer obesidad en la infancia puede dejar consecuencias que se sufrirán toda la vida.
Para empezar, los niños con obesidad tienen más probabilidades de desarrollar hipertensión arterial e hipercolesterolemia, ambos factores de riesgo para sufrir enfermedades cardiovasculares.
Además, la obesidad infantil aumenta el riesgo de sufrir resistencia a la insulina, diabetes tipo 2 y otras enfermedades metabólicas.
Sufrir obesidad desde pequeños puede conllevar otros problemas relacionados con el exceso de peso y acelerar su aparición, como problemas musculares y óseos, problemas respiratorios como el asma y otros del aparato digestivo como el reflujo esofágico, el hígado graso y otros.
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Además, esta patología está también relacionada con problemas psicológicos como falta de autoestima, depresión y ansiedad, problemas sociales y en general una menor calidad de vida.
Por último, padecer obesidad en la infancia aumenta el riesgo de seguir padeciéndola al llegar a la edad adulta, así como de que los factores de riesgo de la obesidad en la edad adulto se acentúen y se adelanten, causando en general una grave disminución de la esperanza y la calidad de vida.

Consejos para prevenir la obesidad infantil

El mejor consejo y la mejor estrategia para prevenir la obesidad infantil es predicar con el ejemplo: recuerda que los niños imitan siempre lo que ven en casa, y que la mejor forma de inculcarles buenos hábitos es ponerlos en práctica en casa.
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  1. Trata de limitar el consumo de bebidas azucaradas, sobre todo refrescos y zumos, e hidrátate principalmente con agua.
  2. Se come lo que hay a mano, así que intenta que en casa haya siempre fruta y que entren pocos bollos, chocolatinas y postres azucarados.
  3. Ajusta la ración y no les obligues a comer de más. Es importante que los niños aprendan a relacionarse de una forma sana con la comida, porque esa relación marcará su salud toda la vida. Ajusta las raciones a su edad (el tamaño de la vajilla influye en la percepción de las cantidades) y no les fuerces a comer más de lo que les apetezca.
  4. Ve más allá de lo que se comen con facilidad. Obviamente un niño siempre se comerá mejor un plato de macarrones o unas salchichas que un plato de verduras o quizá unas legumbres. Ten un poco de paciencia y acostúmbrales desde pequeños a seguir una dieta equilibrada con pocos alimentos procesados, limita la carne roja, y enséñales a disfrutar de verduras, legumbres y frutos secos.
  5. Háblales de nutrición. Adaptando el discurso a su edad, explícales por qué comer bien es tan importante como lavarse los dientes o las manos a la hora de cuidar de su cuerpo y su salud para toda la vida.

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