QUE PASA CUANDO COMES UN TURRON
Rocío Pérez
¡Oh, la Navidad! Ya llegó con sus luces, sus regalos y sus tabletas de turrón de chocolate que algunos ansiosos llevan meses esperando y que son capaces de comerse de una sentada.
Ya sabéis que en Vitónica somos partidarios siempre de la mesura, especialmente con los alimentos como el turrón de chocolate que tienen un alto contenido en grasas y azúcares. Para aquellos capaces de empezar a comer y no frenar hasta que la tableta se ha terminado, aquí va una explicación de lo que ocurre en vuestro cuerpo cuando cometéis un exceso como ese.
El primer sitio en el que se concentra todo el azúcar que acabas de ingerir es en tu boca, así que ¡lávate los dientes! Algunas bacterias presentes en la boca son capaces de transformar el azúcar en ácidos que atacan los dientes y las muelas y causarnos caries y otros daños en la dentadura. Por eso es tan importante lavarse los dientes después de comer dulces.
De ahí pasa al estómago, que de pronto se encuentra con una enorme cantidad alimento alto en azúcar. La parte que se logra procesar con normalidad pasa al intestino, y de ahí a la sangre. El páncreas aumenta la cantidad de insulina para hacer frente al subidón de azúcar. Mientras, puesto que la cantidad de azúcar a procesar es muy alta en muy poco tiempo, otra parte se almacena en forma de grasa.
Este proceso pone a prueba el sistema metabólico, que normalmente no se ve ante semejante aprieto. Por eso durante la digestión puedes incluso notar cómo se te acelera el ritmo cardíaco y tener sudores.
Tras el subidón del azúcar llega el bajón... cuesta abajo y sin frenos. La dopamina que nuestro cerebro liberó al paladear el turrón y sus golosos nutrientes se termina, y al descender (tan bruscamente como subieron) los niveles de azúcar, se produce el efecto contrario: en vez de bienestar, nos sentimos irritables, cansados o incluso mareados.
La explicación en estos casos es que el cerebro está poniendo en marcha una estrategia desarrollada durante milenios como método de supervivencia pero que en el mundo actual juega más bien en nuestra contra: impulsarnos a comer, poniendo el foco en los alimentos con mayor densidad de calorías, en previsión de futuras épocas de hambre.
Las comidas dulces y calóricas activan determinadas regiones del cerebro relacionadas con el placer y la recompensa, lo cuál nos empuja a seguir comiendo más allá de haber saciado el hambre. Otras señales contrarias avisan al cerebro de que el estómago está lleno y ya puede parar, pero estas tardan algo más de tiempo en llegar, y a menudo cuando lo hacen ya hemos comido más de lo necesario.
Nuestro estómago tiene una capacidad aproximada de 1 litro. Cuando la alcanzamos, o incluso sobrepasamos, el estómago se aprieta contra los órganos y tejidos que lo rodean, generando esa sensación de empacho y pesadez.
Sin embargo, darse empachos de forma habitual puede llevar a una distensión permanente del estómago, con lo que terminaremos necesitando comer de más para dejar de sentir hambre, además de poder causarnos obesidad, diabetes y muchas otras patologías asociadas, como enfermedades cardíacas, respiratorias, de las articulaciones, etc.
Por eso es importante, como decíamos al principio, comer siempre con mesura y aprender a reconocer los impulsos que nos llevan a darnos un atracón para poder evitarlo. Estas son algunas estrategias que pueden ayudarte.
En el caso del turrón navideño, por ejemplo, evita comprar una tableta entera si puedes comprar porciones más pequeñas (algunas marcas los venden en formato chocolatina), y si lo haces, no la guardes en casa: dáselo a un amigo, vecino o familiar para que te lo guarde.
Ya sabéis que en Vitónica somos partidarios siempre de la mesura, especialmente con los alimentos como el turrón de chocolate que tienen un alto contenido en grasas y azúcares. Para aquellos capaces de empezar a comer y no frenar hasta que la tableta se ha terminado, aquí va una explicación de lo que ocurre en vuestro cuerpo cuando cometéis un exceso como ese.
Lo que ocurre en tu cuerpo, paso a paso
Cuando haces pop, ya no hay stop... hasta que terminas. Al saborear el chocolate, el cerebro libera sustancias, principalmente dopamina, que nos hacen sentir bien y nos dificultan dar solo un bocadito y volver a guardarla En un momento tienes la tableta entera en la mano y cuando te quieres dar cuenta solo queda el envoltorio y tus dedos pringosos. Y ahora, ¿qué?El primer sitio en el que se concentra todo el azúcar que acabas de ingerir es en tu boca, así que ¡lávate los dientes! Algunas bacterias presentes en la boca son capaces de transformar el azúcar en ácidos que atacan los dientes y las muelas y causarnos caries y otros daños en la dentadura. Por eso es tan importante lavarse los dientes después de comer dulces.
De ahí pasa al estómago, que de pronto se encuentra con una enorme cantidad alimento alto en azúcar. La parte que se logra procesar con normalidad pasa al intestino, y de ahí a la sangre. El páncreas aumenta la cantidad de insulina para hacer frente al subidón de azúcar. Mientras, puesto que la cantidad de azúcar a procesar es muy alta en muy poco tiempo, otra parte se almacena en forma de grasa.
Tras el subidón del azúcar llega el bajón... cuesta abajo y sin frenos. La dopamina que nuestro cerebro liberó al paladear el turrón y sus golosos nutrientes se termina, y al descender (tan bruscamente como subieron) los niveles de azúcar, se produce el efecto contrario: en vez de bienestar, nos sentimos irritables, cansados o incluso mareados.
¿Por qué es tan difícil a veces parar de comer?
Diversos estudios han demostrado que los mecanismos cerebrales del hambre y la alimentación no son los mismos que se activan cuando nos damos un atracón, es decir, cuando empezamos a comer y nos cuesta tanto parar que a veces no somos capaces de hacerlo.La explicación en estos casos es que el cerebro está poniendo en marcha una estrategia desarrollada durante milenios como método de supervivencia pero que en el mundo actual juega más bien en nuestra contra: impulsarnos a comer, poniendo el foco en los alimentos con mayor densidad de calorías, en previsión de futuras épocas de hambre.
Las comidas dulces y calóricas activan determinadas regiones del cerebro relacionadas con el placer y la recompensa, lo cuál nos empuja a seguir comiendo más allá de haber saciado el hambre. Otras señales contrarias avisan al cerebro de que el estómago está lleno y ya puede parar, pero estas tardan algo más de tiempo en llegar, y a menudo cuando lo hacen ya hemos comido más de lo necesario.
Cómo parar de comer antes de que sea peligroso
Darse un atracón de turrón no es en absoluto algo recomendable, pero tampoco es un riesgo en sí mismo si no padecemos otros trastornos como diabetes.Sin embargo, darse empachos de forma habitual puede llevar a una distensión permanente del estómago, con lo que terminaremos necesitando comer de más para dejar de sentir hambre, además de poder causarnos obesidad, diabetes y muchas otras patologías asociadas, como enfermedades cardíacas, respiratorias, de las articulaciones, etc.
Por eso es importante, como decíamos al principio, comer siempre con mesura y aprender a reconocer los impulsos que nos llevan a darnos un atracón para poder evitarlo. Estas son algunas estrategias que pueden ayudarte.
No te pongas en situación de darte un atracón
Lo mejor que puedes hacer para evitar darte un atracón es evitar ponerte en la situación que te llevaría a planteártelo.En el caso del turrón navideño, por ejemplo, evita comprar una tableta entera si puedes comprar porciones más pequeñas (algunas marcas los venden en formato chocolatina), y si lo haces, no la guardes en casa: dáselo a un amigo, vecino o familiar para que te lo guarde.
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