La primera vez que tomé contacto con este tema
fue al escuchar a una adolescente de 15 años contando sus sensaciones cuando
entraba a la escuela:
- " No soporto que se
me acerquen. Me da asco que me toquen, que me besen. Los siento acercarse y no
puedo respirar, me parece que me van a asfixiar. " -
El contacto con los otros, aceptar su mirada,
supone una experiencia vital para nuestro desarrollo.
Evitar la cercanía, no
significa que sea imposible seguir viviendo, pero si lo llevamos a su extremo,
vamos a ver limitado nusestro desarrollo personal y social.
Es cierto que
hay ciertas reglas – no escritas – que determinan el espacio interpersonal. Esas
reglas y la percepción que las personas tienen de su espacio personal
constituyen la materia de estudio de la llamada proxémica.
Aunque no seamos consientes de ello, el
modo en que utilizamos este espacio comunica mucho más que mil palabras.
Según los científicos, el espacio personal
incluye no sólo la burbuja que rodea el cuerpo, sino todos sus sentidos.
La
gente puede sentir que su espacio está siendo violado cuando experimenta un
sonido, un aroma o una mirada no deseada:
¿A quién no lo incomodó en un asensor un celular
sonando con cumbia a todo volumen, o no sintió nauseas por la colonia que usaba
el taxista, o no sintió amenazantes lo ojos que asomaban a un libro, de quien
aquel desconocido en la mesa de enfrente de una biblioteca?
Sin embargo, más allá de toda lógica, hay quienes sienten miedo
ante el contacto, la cercanía, o simplemente la mirada del otro.
En general, no pueden explicarse el por
qué, pero se sienten agredidos cuando alguien- conocido o no- se aproxima mucho
al hablarles, o se para cerca en una fila o no tuvo mejor idea que sentarse a su
lado.
Por algún motivo, tomar distancia,
es su
modo de defenderse de la angustia.
Esta dificultad para compartir el espacio
vital, es decir, la zona más cercana a nuestro cuerpo, considerándola más como
una parte de nuestra intimidad que de nuestro entorno, se puede definir como una
fobia al contacto de otras personas, o también llamada
afefobia, un temor irracional a que otros nos
toquen
La fobia es un mecanismo defensivo que el
individuo se da frente a la angustia.
Una visión psicoanalítica del tema,
entiende que el cuerpo entero puede funcionar como una zona erógena. Algunos
tienen miedo a que la reacción involuntaria a que un contacto determinado pueda
ser mal interpretada por el otro, haciéndole imaginarse, por ejemplo, que nos
sentimos algún tipo de atracción. Otros en cambio, negando la idea de un vínculo
erótico, sienten temor a que los lastimen, los agredan e incluso a que los
contagien de alguna enfermedad peligrosa.
Más allá de la singularidad de cada caso – de
la cual dependerá el diagnóstico diferencial y el modo de encarar el tratamiento
– lo común es evitar al otro, el encerrarse en sí mismo les ahorra el pasar por
el mal de encontrarlo.
Perdonen la simplificación, pero podríamos
decir que la fobia en estos casos, ayuda a evitar algo que puede evitarse , un
elemento concreto como el contacto físico, para no enfrentar la angustia, la
cual creen no poder evitar.
Peor el remedio que la
enfermedad,
diría mi abuela.
Basta conocer el sufrimiento de quienes la
padecen,
para entender la dimensión de este dicho popular.
Y por qué angustia la angustia….
¡Qué difícil!
Si pudiera responderles, les
aseguro que no escribiría sobre estos temas.
La teología, la filosofía, el psicoanálisis por
excelencia, la psicología en general, la psiquiatría y hasta las neurociencias,
han producido escritos de todo tipo sobre el tema.
Sin embargo, pueden leer hasta cansarse, pues
no es un saber intelectual lo que ayuda a responder esta pregunta:
La experiencia de un análisis personal es una,
pero hay muchas otras posibles, que van desde las ciencias alternativas hasta la
fe, pasando por actividades físicas o
manifestaciones artísticas.
Y , si ya la angustia nos limita en nuestra vida
cotidiana, es fundamental recurrir a un especialista - psicoanalista, psicólogo
o psiquiatra - para recibir ayuda profesional
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