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POR NICOLÁS PARRILLA05/04/13 - 16:53 No es extraño escuchar que alguien le tiene un miedo irracional, persistente y hasta paralizador a algún tipo de objeto, a un animal, a un sonido, a una actividad o a una situación, que ofrecen poco o ningún peligro real: se trata de las fobias. Estar expuesto al objeto que la causa, o incluso el sólo hecho de pensar en él, provoca una reacción de ansiedad que es desproporcionada con respecto a la amenaza concreta, y un verdadero sufrimiento para quien la padece. Sin embargo, la ciencia no ha perdido el tiempo en el estudio de estos trastornos, tratando de conseguir una solución para hacer más sencilla la vida de quienes tienen que pasar por ataques de su fobia. Con los últimos avances de las técnicas de investigación, se ha demostrado cada vez más la relación entre alteraciones químicas o neurotransmisoras como causantes de los trastornos de ansiedad, entre los que se incluyen las fobias. “Las fobias son el resultado de una compleja interrelación de elementos, entre los que se incluyen factores genéticos, biológicos, psicológicos, sociales y ambientales. Es la intrincada combinación de estos elementos el origen del trastorno”, sostiene Alejandro Pérez, médico psiquiatra e integrante de la filial de la Fundación Fobia Club que funciona en la ciudad de Rosario desde 2007. “En estos trastornos se pueden divisar varias aristas que interactúan, siendo la química una parte de la cuestión biológica”, define Pérez. “En este sentido, se pueden nombrar algunos neurotransmisores, es decir sustancias que comunican dos neuronas, que estarían disregulados y así explicarían el cuadro. Los principalmente apuntados son la serotonina y el GABA”. La serotonina es un neurotransmisor que cumple un papel importante dentro de nuestro cerebro: actúa en la inhibición de emociones como la ira, la agresión, el humor o el sueño. Además interviene en otros neurotransmisores que están relacionados con la angustia, la ansiedad y el miedo. El GABA, o ácido gamma-aminobutírico, es un aminoácido que actúa como un neurotransmisor inhibitorio en varios de los circuitos cerebrales, y las alteraciones de estos circuitos están asociadas con enfermedades como el Parkinson, el Alzheimer y la demencia senil. “Existen tres tipos principales de medicaciones utilizados para reducir los síntomas de activación fóbica y para bloquear las posibles crisis de pánico situacionales: los beta-bloqueantes andrenérgicos, las benzodiazepinas y algunos antidepresivos”, enumera, basándose en numerosas investigaciones científicas, Luis Arturo Barrera, médico psiquiatra y especialista en el tratamiento de fobias. “Los primeros, que se utilizan también como antihipertensivos, se recomiendan para el tratamiento de fobias sociales específicas, ya que sirven para suprimir síntomas periféricos, como la aceleración cardíaca o la hiperventilación, y aumenta la confianza del paciente. En el segundo grupo se encuentran drogas reconocidas generalmente, como el clonazepam o el alprazolam, y tienen un efecto similar a los anteriores, aunque no se mantienen después de interrumpir el tratamiento, por lo cual se teme que puedan generar dependencia; junto a otros efectos secundarios como dificultades de concentración o problemas de coordinación o memoria”. Finalmente, Barrera, señala que los antidepresivos más utilizados contra las fobias son los inhibidores de la monoaminooxidasa y de la recaptación de serotonina. Sin embargo advierte que el primer grupo puede tener efectos secundarios negativos, ya que supone restringir en la dieta alimentos ricos en tiroxina, pudiendo causar crisis de hipertensión; y otras consecuencias como el aumento de peso, vértigo y falta de sueño. Por último, los estudios realizados en los últimos años sobre los inhibidores de recaptación de serotonina, entre los que se encuentran la fluoxetina o el citalopram, demostraron que sus efectos secundarios son escasos, y por eso, suelen ser considerados agentes de primera línea para los tratamientos. “Lo aconsejable es siempre consultar con un profesional y evitar por sobre todas las cosas la automedicación. Muchos pacientes llegan al consultorio admitiendo haberse recetado ellos mismos algún psicofármaco que les puede causar daños mayores”, advierte Barrera. “El tratamiento ideal necesita combinar la medicación, que en primera instancia contrarresta los síntomas a corto plazo, con una terapia cognoscitivo conductual que los anule en el paso del tiempo. El mayor peligro se debe a los efectos secundarios propios de estos psicofármacos y la posibilidad de recaídas una vez que se dejan de tomar”. Las fobias sociales se encuentran entre los trastornos psiquiátricos más frecuentes, junto a la depresión y el alcoholismo, y su presencia puede afectar todas las aristas de la vida de quienes las padecen. Los tratamientos para superarlas pueden ser largos y complicados, con los vaivenes típicos de la salud de los pacientes que reciben psicofármacos. Por eso es clave reconocer la o las verdaderas causas del padecimiento, y encontrar un profesional idóneo para el tratamiento de las mismas. Lea la nota central de esta entrega: “Sufrí una fobia social que me impedía salir a la calle”. Por Mariana Fernándezhttp://www.clarin.com |
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