RESVERATROL

De entre todos los productos anti-envejecimiento que habrás tenido ocasión de encontrar en los últimos años, muy probablemente el de mayor éxito (y en crecimiento exponencial) es el resveratrol. Si no has oído nunca hablar del resveratrol (o sus denominaciones comerciales que aquí omitiremos) probablemente has pasado los últimos meses recluido en una caverna o algo por el estilo. Si no me crees, teclea “resveratrol” en Google y verás que aparecen literalmente millones de páginas, además de multitud de enlaces patrocinados. Asociado además a sensacionales expresiones como “el milagro antiaging”, “contribuye a retrasar nuestro reloj biológico”, “refuerza nuestras barreras antioxidantes”, “la píldora de la longevidad”, “ralentiza el proceso de envejecimiento celular”, “probado científicamente”, “activador natural de las sirtuinas, la molécula de la longevidad”. Los vendedores de resveratrol aseguran que su producto es efectivo protegiendo “frente al envejecimiento celular”, “previene el Alzheimer y el cáncer”, “mejora el cabello y la hidratación, firmeza y elasticidad de la piel”, “reduce el colesterol malo y los triglicéridos”, “cardioprotector”, “antiinflamatorio”, …, salvo frente a la diarrea, parece que es efectivo en cualquier campo de la salud. Pero claro, es que estamos ante un avance científico revolucionario investigado y patentado, nada menos que por el CSIC (Consejo, que no Centro, Superior de Investigaciones Científicas español). Por tanto cuenta “con el mayor aval científico”, y con la friolera de “5230 estudios clínicos”, más que la clásica aspirina. Se coloca en farmacias, embasado en cajitas “tipo medicamento” y se adiestra a los farmacéuticos para que lo prescriban a los “consumidores” (ojo, que no pacientes).
¿Cómo nos explican el envejecimiento los vendedores de resveratrol? Envejecemos por los radicales libres, que han aumentado en nuestras vidas debido a la polución, los plaguicidas, el consumo de tabaco, los aditivos de los alimentos tan procesados que comemos, … Y porque nuestras defensas (naturales, por supuesto) han disminuido debido a nuestra dieta pobre en antioxidantes (pero si todos los productos del super son ricos en antioxidantes, es imposible fallar). Según este diagnóstico, debemos estar entonces envejeciendo en la actualidad a un ritmo muy superior a como lo hacían nuestros antepasados en las cavernas o, sin ir más lejos, a los habitantes de la Edad Media que se desenvolvían en un ambiente idílico y bucólico, alejado de polución, plaguicidas y alimentos procesados.

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